Pablo Jair Ortega / Foto de portada: Alex Uscanga
Arribas a Jáltipan y ves que en los alrededores del Centro de Documentación del Son Jarocho hay murales que visten versos jarochos y rolas de la Natalia. También lugares cercanos como el rancho Luna Negra.
¿Para qué narrar que había un calor de esos muy sureños? Si ya se sabe que acá es común este bochorno y solecito que sólo se apaciguan —y se sudan— con una caguamita. Así que mientras empezaba todo el borlote, era justo y necesario una “banquetera”.
Así entre murales, frente al Centro, tuvimos que matar la sed con vasitos de plástico y una “mega” Corona; unos cumbiones de Los Ángeles Azules, Los Vázquez y rolitas de la hermosa mujer que se ha convertido en la benefactora de la tierra de la chogosta.
En pocos minutos comienza a aglomerarse la gente porque muchos querían ver a Natalia Lafourcade.
Frente al Centro, una palapa donde reciben a la gente con agua de tamarindo y un pozolito.
Adentro se escuchaba en el micrófono a Ricardo Perry dando instrucciones y pidiendo apoyo a los presentes para que lo ayudaran: “Necesito cuatro personas bien fuertes para que me ayuden a traer el pastel”… “Por favor, quiten ese Tsuru blanco que está en la entrada porque ahí se va a estacionar la camioneta que va a traer la comida”… “Les pido que, por favor, despejen los pasillos porque van a llegar adultos mayores”…
Ya el cielo de la tarde se estaba apagando; una luna se asomaba y un par de fuertes luceros…
Ora sí viene lo chido: el inmueble luce abarrotado hasta el queque. Hay jaraneros por todos lados, de todas las edades. Andan afinando porque al ratito va a haber fandango. Ves a los bailarines con su calzado de zapateado porque al rato, el jelengue.
El evento oficial es para agradecer a todos quienes participaron en la reconstrucción del Centro. No sólo fue Natalia, sino que también colaboraron artistas como Lila Downs, Leonel García, Mon Laferte, Los Aguilar (Pepe y Ángela), Meme (de Café Tacuba), Carlos Rivera, Panteón Rococó, Jorge Drexler… Instituciones como Banamex o empresas privadas que aportaron materiales para la construcción… En verdad, fueron muchos los que participaron y donaron para el nuevo lugar.
(Más tarde, a los pies de un cartón de cuartitos, una abogada nos contaba que el terreno donde estaba edificado el antiguo Centro —dañado por un sismo— fue también una gestión de Eugenia León ante Tío Fide cuando era gobernador… Que ella lo sabía bien porque andaba de novia en ese entonces con el de Catastro Municipal).
Natalia llegó y la esperaban miles de fans que coreaban su nombre. A lo mejor algunos no venían precisamente por la inauguración, sino para ver a la cantautora mexicana más representativa de las primeras dos décadas del milenio.
Enfundada en una bata blanca, muy al estilo de la indumentaria nativa (por la calor, of course), Natalia saluda con mucho cariño a todos. Luce una cabellera larga, suelta, de un castaño claro… Pero lo mejor de ella: una sonrisota sincera de felicidad… Se veía tan hermosa que la quieres llenar de versos si al menos fueses un poeta promedio, siquiera de medio pelo, pero hay tanta gente que quiere grabarla con el celular, que a duras penas la viste pasar.
Hay también corte de listón obligatorio, la entrega legal del inmueble a la asociación civil que administra el Centro; palabras de agradecimiento obligatorias y un broche de oro: versos de Natalia en modo décimas.
Termina con una sentencia: “¡Ahora sí! ¡FIEEESTAAAA!”
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Luego de un conversatorio entre prominentes estudiosos del son jarocho, lo más seguramente esperado era el fandango: decenas de jaraneros y zapateadores ya andaban prestos para lo que seguramente iba a ser una carrera larga.
La estrella de la noche estaba refugiada en una de las habitaciones del nuevo Centro; hasta donde nos quedamos (porque había qué regresar al terruño manejando), descansaba mientras abajo estaba el huateque.
Así, seguramente llegó la madrugada y el día siguiente de un sueño logrado.