Por Alejandra Herrera
Finalmente se llegó el día. Se hizo historia. Norma Rocío Nahle García se convirtió ayer en la gobernante número 85 de esta tierra que no la vio nacer, pero que al igual que al primer presidente de México y ex gobernador de Veracruz, Guadalupe Victoria, le dio la oportunidad de desarrollarse personal, profesional y políticamente hasta convertirse hoy en la primera mujer en encabezar el Poder Ejecutivo estatal.
Desde muy temprano todo estuvo listo, organizado y sincronizado milimétricamente en los alrededores de la avenida Encanto en Xalapa. No hubo fallas. Todos en posición para la ceremonia de toma de protesta ante los 50 diputados que conforman el Poder Legislativo, como lo marca el protocolo.
Desfilaron hasta el Recinto Oficial de Sesiones del Congreso Local, invitados especiales, legisladores, dirigentes partidistas, alcaldes, gobernadores, integrantes del gabinete, magistrados, fiscales, empresarios, medios de comunicación para ser testigos del histórico momento.
Ataviada con un saco bordado por artesanas de la Huasteca Baja y acompañada de la presidenta Claudia Sheimbaum, Rocío Nahle arribó al Palacio Legislativo. Caminaron por los pasillos, saludaron la valla humana de marinos y de mujeres indígenas, en señal de la importancia que darán los gobiernos federal y estatal a los pueblos originarios y, sobre todo, a las mujeres.
Así, las dos políticas que han hecho historia, una como primera presidenta del país y otra como la primera gobernadora (con “A”) de Veracruz se dirigieron al presídium, donde ya se encontraba esperando un desencajado titular saliente del Poder Ejecutivo para entregar la estafeta.
Tras tomar protesta, sólo Rocío Nahle hizo uso de la palabra. Claudia Sheimbaum no le quiso robar el momento, pero su sola presencia mandó un fuerte mensaje: ambas son compañeras de lucha, son cercanas, son camaradas, tienen algo en común, son mujeres que han hecho historia y Veracruz tendrá todo el respaldo del gobierno federal y viceversa.
Nahle García fue clara y contundente. A Veracruz le va a ir muy bien. En su mensaje dejó en claro que gobernará para todos, sin distingos y enfrentó el estigma que la oposición le quiso endilgar por no ser veracruzana. Lo hizo con decoro, con firmeza: “veracruzano es quien esta tierra bendita vio nacer, como aquellos que hemos venido a formar una familia, un hogar y a servir a este pueblo”.
Aunque no hablados, desde las entrañas del Palacio Legislativo hubo otros mensajes, como el de los presentes y los ausentes, como el de la mención que recibió el emecista Dante Delgado Rannauro.
El de una fiscal solitaria que prefirió hacer mutis ante la prensa que insiste en la pregunta obligada de su quizá, inminente salida.
También los mensajes de algunos alcaldes y alcaldesas que acudieron a la ceremonia de toma de protesta en aparente símbolo de paz.
Integrantes de otros partidos que ahora coquetean con Morena porque ya viene la repartición de las candidaturas a las alcaldías para las elecciones de 2025, como el de un Polo Deschamps sentado junto al dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta.
El de algunas diputadas que llegaron acompañando a los alcaldes que esperan suceder en el próximo gobierno.
El de los dirigentes de partidos de oposición que aprovecharon los reflectores para lanzar mensajes a sus oponentes, que por ahora parecen invencibles.
El mensaje de un Manuel Huerta antisocial que cosecha sólo lo que siembra. Y es que nunca nadie se le acerca al enemigo, mucho menos, al propio enemigo que se tiene en casa.
Vienen otros tiempos. Por lo pronto ayer, muchos fueron testigos de la historia. La historia que promete ser cambiada, “por amor a Veracruz”.