Por Eloína Viveros
Pensar a Viena es relacionarla con el glamour y la elegancia de la música, con la maravillosa arquitectura y el arte de los palacios, reminiscencias de lo que fuera la dinastía de los Habsburgo y del Imperio Austro-Húngaro y que reflejan una elevación del espíritu que han sido legados para la humanidad.
No obstante, detrás de este brillo y glamour existe aún la gran sombra de un capítulo histórico muy oscuro: el Nacionalsocialismo
Viena tiene una gran tradición por los “Balls”: bailes de gran gala en los que la música predominante es el vals (legado austriaco) y que son toda una institución por el protocolo a seguir, la vestimenta e incluso existen escuelas como la “Tanzschule Elmayer” que preparan a los jóvenes para debutar en sociedad en estos eventos desde hace más de 100 años.
Actualmente existe una temporada al año en la que cientos de balls se llevan a cabo, siendo algunos de los principales el de la Ópera (al que asisten celebridades internacionales), el de la Orquesta Filarmónica, y el evento más controversial del año: el “Akademikerball”, que en 2012 fuera nombrado por la UNESCO como “Patrimonio Cultural Intangible” (que posteriormente le fue retirado).
Desde 2013, cada año el 16 de febrero, un gran cordón policial y vallas de seguridad se establecen en el centro de la ciudad alrededor del Palacio Imperial de Hofburg en la víspera de dos eventos contrapuestos en la sociedad austriaca: para unos el Akademikerball representa la preservación y defensa de sus tradiciones y cultura; para otros, es un escandaloso evento de una élite de ultraderecha que promueve la intolerancia y discriminación en Austria.
La “Wiener Korporations-Ring” (WKR) es una organización integrada por diferentes fraternidades o corporaciones estudiantiles consideradas de derecha en Austria, unidas evidentemente por ideologías y principios, muchas de ellas fundadas desde 1870 e identificadas con colores y un peculiar adorno en la cabeza, a modo de sombrero.




La WKR organizaba su propio Ball en el Palacio de Hofburg desde 1952 hasta 2012 bajo la venia del rector de la corporación de la Universidad de Viena, pero fue hasta casi 60 años después que el evento atrajo la atención de los medios ya que entre los asistentes había personajes considerados de extrema derecha en Austria.
Por lo anterior, asociaciones y partidos opositores consideraron que de ninguna manera podía permitirse o brindarse un espacio en el Palacio Nacional para este tipo de eventos.
Debo mencionar el importante hecho de que el balcón principal del palacio fue cerrado después de que Hitler anunciara desde allí la anexión de su patria al Tercer Reich, hecho que para Austria simboliza una herida por considerarse como víctima ante la anexión a la Alemania Nazi.


Ante la controversia y las fuertes manifestaciones de grupos que se crearon únicamente con ese fin (como la NOWKR), es que el partido FPÖ (Partido por la Libertad de Austria, catalogado de derecha), asume desde 2013 su organización, llamándolo como “el baile académico”, agrupando así a las fraternidades que siguen el protocolo y en su vestimenta incluyen distintivos respectivos, como las “boinas” o “sombreritos”.
En Viena recibí mensajes de algunos compañeros de universidad a manera de alerta, preguntándome si estaba consciente del origen y lo que este evento representa, cosa que me tenía un poco nerviosa, pues podría considerarse que para una migrante, mexicana que aún no habla el idioma alemán a un nivel suficiente, sería impensable asistir a un evento de una “extrema derecha” considerada una élite, pero debo decir que en ningún momento recibí ni el mínimo gesto negativo. Algunas personas fueron muy amables e incluso llegaron a conversar conmigo en español y me platicaron de sus viajes a México.
Para llegar tuve que caminar como casi todo el mundo: por una cuadra afuera del Palacio y pasar los controles policiales. Una vez adentro, controles de seguridad como en un aeropuerto y es necesario dejar los abrigos en el guardarropa y pagar por el servicio. No hay suficientes mesas ni sillas para todos los asistentes y hay varios salones de estar con bebidas y canapés.
Todo se paga por aparte: la entrada, la silla, la mesa (una mesa en el área principal cuesta como 3800 euros), alimentos, bebidas, fotografías; por lo que muchas personas presenciamos la ceremonia de apertura de pie (mi entrada costó 130 euros).


En algunos de los discursos, se mencionó a las protestas que tienen lugar afuera y se envió un saludo a los periodistas críticos del evento que compran entradas para “infiltrarse” y se mencionó en tono de sarcasmo “no encontrarán una sociedad más secreta que ésta”.
El director y ex eurodiputado Franz Obermayr mencionó la posibilidad de celebrar entre partidos y el daño que se hace al catalogar a quien piensa diferente como “extremista”; que si no fuera motivo de alegría poder conversar con personas de opiniones políticas distintas bailando y disfrutando de la música; cuestionó si es posible tener un espíritu de reconstrucción del futuro o si es que es realmente un escándalo tal hacer amistades y relaciones entre personas que piensan diferente.

El espectáculo de apertura es con orquesta en vivo, bailarines de vals (quienes por cierto deben pertenecer también a las fraternidades) y ballet; cantantes de ópera en una esplendorosa sala de un palacio imperial, fue una experiencia única en la vida y que me dejó maravillada.
A las 12 de la noche se baila “el quadrille” y ya entrados en la dinámica grupal, un “can-can” que parece un slam y al terminar, dos segundos después, regresan al vals.



La impresión que tuve fue de un evento majestuoso, perfectamente organizado y para mí: ¡como de película!.
A las personas que me hicieron algún comentario por haber asistido, les respondí que para mí esta invitación fue una experiencia de vida maravillosa que me permite ver desde otra perspectiva la cultura y la vida política del país que ahora habito, pero que eso no define mi postura política de ninguna manera, ni me identifica con ningún partido en este país; es más, yo ni ciudadana soy y si no hubiese tenido un lugar adentro, seguro estaría afuera haciendo fotografías de la manifestación.
La vida, como la luna, tiene siempre dos lados de la historia.


