Lo dice en tono de advertencia, pero suena a amenaza: “Lo único por lo que rompería con Morena, lo inaceptable, es que quieran hacer una chicanada, una cosa rara, una adulteración del sentido de la encuesta”, sentencia Marcelo Ebrard.
Eleva la vista al techo de la casa donde vivió su abuela y que conserva la familia, antes de responder a la pregunta de si aceptaría formar parte del equipo de un precandidato triunfador que no fuera él o si llamaría a alguno de los que hoy son sus contendientes para construir su gabinete.
Asegura que lo importante es mantener la unidad del partido, gane quien gane. “El otro día dije que invitaría a Claudia Sheinbaum, no he hablado con Adán; no sé, no me atrevo a decir un cargo, un rol, una función, dependería de lo que él quisiera, pero nosotros deberíamos aspirar a no crear una confrontación de tal tamaño que se fracture o se rompa la unidad, y ¿qué se necesita para eso? –se pregunta y responde–: pues que la encuesta se haga bien, que sea limpia”.
El ex canciller apuesta, en eso de la medición que hará su partido, a lograr una buena opinión de la gente, por eso busca tocar el corazón del gobierno actual, la 4T y su trascendencia en los encuentros que efectúa con la gente.
Explica: es un nuevo modelo de gobierno que le devuelve la identidad perdida a México, nuestra propia voz. Así busca comunicar a quienes lo escuchan los alcances de la Cuarta Transformación en el periplo forzado al que se han sometido quienes pretenden convertirse en candidatos de Morena a la Presidencia de la República.
Con información de La Jornada